Cada abrazo que te di esa mañana no era por lo que había pasado en la noche; cada abrazo eran las palabras que no me atrevía a decirte.
Con cada beso esperaba que despertaras y te dieras cuenta lo que pasaba por mi mente, lo que pasaba en mi corazón; que todo el cansancio estuviera en segundo plano y me entendieras.
Pero nada pasó, sólo dormías y el tiempo hizo que mis nervios colapsaran y vomitara todo lo que quería decirte... mala cosa, ahora no sé qué piensas de mí y la vergüenza se apodera más de mí.
¿Qué debería hacer ahora? Aún te espera esa película que jamás empezamos a ver...